Columna do Pastor

28 de Julio de 2024

Hoy, la Palabra nos revela al Dios de amor que alimenta al pueblo y sacia su hambre para siempre. Eliseo, en la primera lectura, nos brinda un gran ejemplo al decidir que las primicias de alimento que aquel hombre le traía para él, se distribuyeran entre la gente que tenía hambre. El Evangelio nos presenta una imagen similar con Jesús y sus discípulos. La narración incluye la tensión entre la lógica humana y la fe incondicional de aquellos que confían en Dios. Los discípulos de Jesús cuestionan de dónde y cómo va a dar tanta comida a la muchedumbre; Jesús, sin embargo, les invita a confiar en Él y en Dios, y provoca que todos los presentes coman hasta saciarse y aún conserven las sobras de los que compartieron. Para Dios no hay imposibles; para nosotros tampoco, si confiamos en su infinita misericordia.

La Carta a los Efesios afirma que en Jesucristo formamos un solo cuerpo y vivimos en un mismo Espíritu que nos nutre y alimenta para que compartamos con nuestro prójimo el alimento de Dios con los dones que transforman nuestra realidad humana: la amabilidad, la misericordia, el perdón y la comprensión. La Palabra, por lo tanto, nos presenta un gran desafío: en justicia, vivimos llamados a saciar el hambre que prevalece a nuestro alrededor entre aquellos que viven marginados por la sociedad; en la caridad y la generosidad, nuestro alimento trasciende la que nos nutre físicamente; debe abarcar el compromiso de servir a nuestro prójimo con los dones que el Espíritu Santo nos ha concedido. Conviene, por lo tanto, que el comité parroquial de liturgia haya propuesto un equilibrio entre estos dos tipos de "alimentos" por medio de sus comentarios, preces y selección de la música litúrgica propia de esta celebración.

Juan J. Sosa